sábado, 29 de noviembre de 2014

MOBY DICK (Fragmento)




“Llamadme Ismael. Hace unos años -no importa cuánto tiempo exactamente- con muy poco o ningún dinero en el bolsillo y sin nada en tierra que me interesara, creí que podría ir a navegar por ahí y ver la parte acuática del mundo. Es mi modo de ahuyentar la melancolía y regular la circulación. Cada vez que me sorprendo con una expresión de tristeza en la boca que va en aumento; cada vez que me descubro deteniéndome involuntariamente ante las tiendas de ataúdes, y siguiendo a cualquier funeral con que me encuentro; y especialmente si la hipocondría me domina de tal modo que hace falta un sólido principio moral para no salir a la calle y derribar metódicamente los sombreros de los transeúntes, entonces, comprendo que ha llegado la hora de hacerme a la mar cuanto antes. Este es mi sustituto para la pistola y la bala. Con una floritura filosófica, Catón se arroja sobre su espada; calladamente, yo me subo a un barco. En esto no hay nada sorprendente. Aun sin saberlo, cualquier hombre que se precie, en alguna otra ocasión, abrigaría sentimientos muy parecidos a los míos respecto al océano.

Herman Melville 



Foto: Ramón Morales Reyes

domingo, 23 de noviembre de 2014

ESQUINA PELIGROSA




El señor Epidídimus, el magnate de las finanzas, uno de los hombres más ricos del mundo, sintió un día el vehemente deseo de visitar el barrio donde había vivido cuando era niño y trabajaba como dependiente de almacén.
Le ordenó a su chofer que lo condujese hasta aquel barrio humilde y remoto. Pero el barrio estaba tan cambiado que el señor Epidídimus no lo reconoció. En lugar de calles de tierra había bulevares asfaltados, y las míseras casitas de antaño habían sido reemplazadas por torres de departamentos.
Al doblar una esquina vio el almacén, el mismo viejo y sombrío almacén donde él había trabajado como dependiente cuando tenía doce años.
-Deténgase aquí. -le dijo al chofer. Descendió del automóvil y entró en el almacén. Todo se conservaba igual que en la época de su infancia: las estanterías, la anticuada caja registradora, la balanza de pesas y, alrededor, el mudo asedio de la mercadería.
El señor Epidídimus percibió el mismo olor de sesenta años atrás: un olor picante y agridulce a jabón amarillo, a aserrín húmedo, a vinagre, a aceitunas, a acaroína. El recuerdo de su niñez lo puso nostálgico. Se le humedecieron los ojos. Le pareció que retrocedía en el tiempo.
Desde la penumbra del fondo le llegó la voz ruda del patrón:
-¿Estas son horas de venir? Te quedaste dormido, como siempre.
El señor Epidídimus tomó la canasta de mimbre, fue llenándola con paquetes de azúcar, de yerba y de fideos, con frascos de mermelada y botellas de lavandina, y salió a hacer el reparto.
La noche anterior había llovido y las calles de tierra estaban convertidas en un lodazal.
 
Marco Denevi
 
 
Foto: Ramón Morales Reyes
 

viernes, 21 de noviembre de 2014

EL SUEÑO DEL VIOLINISTA




   Siempre había sido el sueño del gran violinista tocar debajo del agua para que se oyese arriba, creando los nenúfares musicales.

   En el jardín abandonado y silente y sobre las aguas verdes, como una sombra en el agua, se oyeron unos compases de algo muy melancólico que se podía haber llamado “La alegría de morir”, y después de un último “glu glu” salió flotante el violín como un barco de los niños que comenzó a bogar desorientado.

Ramón Gómez de la Serna


Foto: Ramón Morales Reyes

domingo, 16 de noviembre de 2014

AL CIELO




El puro azul ennoblece
mi corazón.
Sólo tú, ámbito altísimo
inaccesible a mis labios, das paz y calma plenas
al agitado corazón con que estos años vivo.

Reciente la historia de mi juventud, alegre todavía
y dolorosa ya, mi sangre se agita, recorre su cárcel
y, roja de oscura hermosura, asalta el muro
débil del pecho, pidiendo tu vista,
cielo feliz que en la mañana rutilas,
que asciendes entero y majestuoso presides
mi frente clara, donde mis ojos te besan.

Luego declinas, ¡Oh sereno, Oh puro don de la altura!,
cielo intocable que siempre me pides, sin cansancio, mis besos,
como de cada mortal, virginal, solicitas.

Sólo por ti mi frente pervive al sucio embate de la sangre.
Interiormente combatido de la presencia dolorida y feroz,
recuerdo impío de tanto amor y de tanta belleza,
una larga espada tendida como sangre recorre
mis venas, y sólo tú, cielo agreste, intocado,
das calma a este acero sin tregua que me yergue en el mundo.

Baja, baja dulce para mí y da paz a mi vida.
Hazte blando a mi frente como una mano tangible
y oiga yo como un trueno que sea dulce una voz
que, azul, sin celajes, clame largamente en mi cabellera.

Hundido en ti, besado del azul poderoso y materno,
mis labios sumidos en tu celeste luz apurada
sientan tu roce meridiano, y mis ojos

ebrios de tu estelar pensamiento te amen,
mientras así peinado suavemente por el soplo de los astros,
mis oídos escuchan al único amor que no muere.


Vicente Aleixandre


Foto: Ramón Morales Reyes

jueves, 13 de noviembre de 2014

TEORÍA DE LAS PUERTAS




Soy alguien dado a investigaciones científicas. Últimamente he descubierto una teoría del equilibrio.
Ante todos los sabios del mundo yo siento mi teoría del equilibrio.
Cuando una puerta se abre, la puerta equidistante, al otro lado del mundo, se cierra irremisiblemente.
Por esto –y todos lo hemos visto– de golpe, las puertas se cierran solas.
El día que todas las puertas se abrieran a una vez, el mundo quedaría lleno de huecos y el viento se entraría en ellos y se llevaría la tierra por los espacios ilímites…

Luis Vidales


Foto: Ramón Morales Reyes

miércoles, 12 de noviembre de 2014

ACRÓSTICOS A BILBAO

B   ¡Bilbao tiene en su seno un gran museo,
Iindustriosa y fabril, fue su deseo!
LLibro abierto al ingenio y a la ciencia,
Bbienhechora de esfuerzos y paciencia.
A¡Alabar a Bilbao es concebible!
O¡Olvidar a Bilbao es imposible!
 

                          ACRÓSTICO A BILBAO 700 AÑOS
 

BBienvenido a Bilbao, si es tu deseo.
IIncesante atractivo es su museo,
Llegendario su metro modernista,
Bbella su ría, antojo de la vista.
A¡Alabarás el gozo de sus gentes
Oo el paseo  al azar entre sus puentes!


Carlos Etxeba


Foto: Ramón Morales Reyes

viernes, 7 de noviembre de 2014

RETÓRICA

          1

Cantan los pájaros, cantan
sin saber lo que cantan:
todo su entendimiento es su garganta.



          2

La forma que se ajusta al movimiento
no es prisión sino piel del pensamiento.



          3

La claridad del cristal transparente
no es claridad para mí suficiente:
el agua clara es el agua corriente.


Octavio Paz


Foto: Ramón Morales Reyes

jueves, 6 de noviembre de 2014

AQUEL OTOÑO DEL DOCTOR BOVARY




No es abril el mes más cruel. Es octubre. La existencia se agazapa como antes lo ha hecho la nada. Hay un pacto entre ellas, se turnan, se justifican mutuamente, pero no establecen pacto alguno con los hombres, que pueden morir en medio de la vida más espléndida o en el momento más triste de la ciudad. Mamá empezó a irse en octubre, aunque no se despidió hasta enero, cuando la miseria es más dura.
A Jeanne la enterramos en otoño. El doctor Bovary no era un gran médico. No voy a negar su buena voluntad, aunque hubiese preferido que la atendiese otro. Pero Jeanne siempre había querido que fuese él, ese hombre solitario del que, con el tiempo y por esos misterios de la comunicación, supimos que había vivido una tragedia con su mujer, que se quitó la vida. Tal vez Jeanne abrigase alguna esperanza de recobrar la salud a su lado y ocupar su existencia. Hasta hacerse cargo de la niña, la pequeña Berta, a la que su padre cuidaba como buenamente podía.
Y algo debía de sentir Charles Bovary por Jeanne, porque veló toda la noche en la casa y después fue con nosotras al cementerio y lloró desconsoladamente. Quizá por ella, quizá por su propio fracaso como médico, quizá porque él también hubiese imaginado una madre para Berta. El corazón de los hombres no siempre es transparente. El de Bovary no lo era. Supongo que lo oscurecía el dolor.
Cuando dejamos a Jeanne en la tierra, él se marchó con su hija en un carruaje y nosotras elegimos regresar andando. Vinimos bordeando el bosque, por el paseo exterior. Aunque parezca insólito, nuestro grupo de mujeres de luto caminando en el anochecer no llamaba la atención. Había mucha gente y toda parecía tristísima, un tanto fantasmal a la luz pobre de las farolas de gas en la niebla.
Me asombra que hayan pasado casi veinte años de aquello. Ayer encontré en la calle a Berta Bovary, toda una mujer. Desde luego, me reconoció ella. Su padre murió hace tiempo, ella se ha casado con un hombre de Barcelona y piensan marchar a América, al sur, donde en octubre es primavera.

Horacio Vázquez-Rial


Foto: Ramón Morales Reyes

domingo, 2 de noviembre de 2014

DIEZ MILLONES DE AUTOMÓVILES




El orgullo de la gran ciudad se había cumplido por fin. Ya tenía diez millones de automóviles.
Casi nadie pasaba por las calles y las aceras se habían suprimido. A lo más en algunas vías de la ciudad habían dejado una especie de alero para peatones desgraciados.
Pero aquella tarde de un domingo estival, caracterizado por una atmósfera pesada, los gases de los diez millones de automóviles intoxicaron toda la ciudad y los turistas que llegaron en la madrugada se encontraron con el triste espectáculo de todos los habitantes raseros de las calzadas, caídos en los sofás de sus coches, catalepsiados para siempre por la asfixia.
 
Ramón Gómez de la Serna
 
 
 
Foto: Ramón Morales Reyes